1/20/2008

Dignidad Vs. Poder

El 28 de octubre de 2007 fue un día histórico. Pero como toda historia tiene partes muy buenas, buenas, malas y muy malas.
De este día hay tanto para decir y a su vez tan difícil de expresar.
¿Cómo puede una persona ser capaz de describir sensaciones tan disímiles entre sí? ¿Cómo se explica que uno fue capaz de sentir orgullo, desilusión, tristeza, impotencia, alegría, ansiedad, entusiasmo, y todo en un mismo instante? Fue algo muy extraño. Al principio uno se sentía entusiasmado de poder creer que había una luz de esperanza que nos pudiera dar un respiro a todos y sobre todo, darle un respiro a este país que tanto lo necesita.
Luego se mezclaba el entusiasmo con la alegría por ver que otra gente también podía sentir esa esperanza; y no hablo de un par de personas, hablo de miles e incluso millones de ellos que quisieron ejercer un deber con fe, con ganas; el deber de votar.
En mi partido, el de Vicente López, fue así como comenzó el día. Lo hablo desde mi partido, mi municipio, porque es allí donde vivo, y donde elegí y elijo participar.
Elegí ser candidata de una lista donde no sólo me acompañan la ética y los valores que siempre quise, como la honestidad, la decencia, el respeto, la solidaridad; sinó que además me acompañan personas invaluables por su calidad humana.
Elegí este espacio, no sólo por lo mencionado, sino porque además tuve y tengo un ejemplo a seguir, como la Señora y Doctora Elisa Carrió, que con sus ganas, su transparencia, su forma de ser, su valor, y su capacidad y tenacidad de ir detrás de la verdad, cueste lo que cueste, me impulsó a acompañarla en este complicado, pero maravilloso proyecto que tiene por nombre “Coalición Cívica”.
También elegí ser fiscal en estas elecciones, que de antemano parecían venir mal barajadas. En este rol, el de fiscal general, no sólo se puede ver lo que genera un día de votación para la gente, sino que también se puede ver el manejo interno de las elecciones.
Siendo fiscal, es donde también sentí orgullo, por esa cantidad de gente mayor, de abuelos y abuelas, que pudiendo haberse quedado en su casa eligieron ejercer su voto, eso es un ejemplo para mí, y para todos aquellos que dicen que no sirve de nada votar.
Pero viendo la otra cara de las cosas, no pude y aún no puedo entender, como es que la gente tiene tan poco compromiso frente a un suceso semejante, como lo es la fiscalización de elecciones. Si vi, mucha gente joven fiscalizando, por iniciativa propia, no por obligación, ni por dinero. Sino por convicción, porque la tarea de ser fiscal general no es paga, pero brinda una satisfacción enorme, cuando uno descubre que aportó lo suyo para que las cosas no fueran igual que siempre.
Es aquí donde uno empieza a sentir la desilusión por no haber podido transmitir la importancia de los diferentes roles que deberían cumplir todos los ciudadanos, y más aún, aquellos ciudadanos que tendrían que tomar a la democracia como un bien que nos costó mucho conseguir, en tiempo y en historia.
Es aquí dónde también me pregunto… ¿dónde quedaron las enseñanzas de personas como mi abuelo, que mostró que ejercer un cargo público en aquellos tiempos era un honor, con la frente alta, y no para ganar simplemente miles de pesos? ¿Y saben por qué? Porque no se ganaba ni un peso. ¿Dónde quedaron esas enseñanzas, en que hijos, en que generación se perdió? .
Espero que toda la gente joven que vi, y la gente joven que me acompaña, entre todos, podamos reconstituir y limpiar el nombre de la política que muchos se encargaron y encargan de ensuciar.
Espero que esta nueva generación pueda afirmar que la política no es mala palabra, y haré todo mi esfuerzo para que pueda ser así.
Así, seguía sucediendo el día electoral, con distintos momentos. Pero también se acercaba el final del mismo… y uno se llenaba de ansiedad, para que llegara el final, con el resultado que muchos esperábamos… el ballotage.
Pero el día cubierto de entusiasmo, esperanza y ansiedad se empezaba a opacar cuando iba llegando a su fin. ¿Por qué sucedía esto? Porque misteriosamente a los fiscales de la oposición no nos dejaban entrar a reponer boletas, decían que estaba todo bien, y que la gente ya había esperado demasiado como para que encima nosotros tuviéramos que entrar a hacer la reposición. En algunos casos, fue imposible, en otros no. Pero uno empezaba a sentir la impotencia de no poder defender lo suyo.
Nos encontrábamos ante el famoso “aparataje político” y su anticipado fraude. Entonces… ¿qué le quedaba a uno? Esperar que se abrieran las urnas.
Finalmente llegó ese momento, y uno recuperó la alegría al ver tantas boletas de esperanza para un ballotage, pero del otro lado… sonaba un celular que daba la noticia que la Reina había ganado en primera vuelta. Es ahí donde uno vuelve a sentir una terrible impotencia de saber que ni siquiera se habían contabilizado todos los votos, y no sólo en Vicente López, sino en muchos lugares del país; la reina ya era ganadora.
Entonces me invadió una profunda tristeza, muy personal, pero muchas veces en ese instante me pregunté… ¿para qué estoy acá? ¿La gente no sabe, no se acuerda, no tiene memoria? Y es ahí donde uno piensa en dejar todo, porque la misma gente que se queja después, es la misma que no quiere ir a votar porque es “tedioso”.
Pero por otro lado, encontré gente que se preocupó, que se ocupó, y que hoy me dice “No bajes los brazos, eso es lo que quiere generar el poder, para que la gente con valores no asuma”. Esto para mi, más que un halago, es un compromiso que quiero asumir. Pero no por mí, sino por todas aquellas personas que aún depositan su confianza en la democracia.
Y finalmente, y lo más importante que les quiero decir, es que tengo un ejemplo único que me enseñó que la verdad es invaluable y que en este país, en algún momento, muy próximo, LA DIGNIDAD VENCERÁ AL PODER.

Escrito por: Julieta Páris

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