Anoche a las 20.30, el líder radical y ex jefe de Estado falleció rodeado de sus familiares en su vivienda en Barrio Norte. "Se fue quedando dormido y murió en paz", dijo su médico personal. Padecía cáncer de pulmón. Es considerado el padre de la democracia argentina y sus restos serán velados a partir de las 8:30 en el Congreso de la Nación. El Gobierno decretó tres días de duelo nacional.
Raúl Alfonsín, ex presidente de la República, figura descollante de la política argentina del último cuarto de siglo, padre de seis hijos, abogado defensor de presos políticos, fundador de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, orador extraordinario, falleció ayer a las 20.30 como consecuencia de un cáncer de pulmón, en un país muy distinto al que pretendió construir. Se sabía desde mucho antes de su muerte: Alfonsín pasa a la historia como símbolo crucial de la democracia recuperada y acaso de las deudas que esa misma democracia tiene pendientes. Su último visitante fue el obispo Justo Laguna, quien le dio la extremaunción por la mañana y había pedido al país: “Recen por él”.
La figura del caudillo radical quedará asociada con la transición de salida del tiempo oscuro y final de la última dictadura, con las movilizaciones formidables del año 1983, con los célebres recitados del Prólogo de la Constitución, con la promesa aventurada de que con la democracia “se come, se educa y se cura”. En estos días desfilarán algunas de sus expresiones célebres, que no necesariamente lo definen: “Un médico ahí”, “Estoy persuadido”, “Felices Pascuas”, “A vos no te va tan mal, gordito”.
Raúl Alfonsín nació en Chascomús el 12 de marzo de 1927. Tras egresar del Liceo Militar General San Martín –en su promoción revistaban Leopoldo Fortunato Galtieri y Jorge Rafael Videla–, comenzó a militar en el Movimiento de Intransigencia y Renovación de la UCR de Chascomús. Fue elegido concejal en 1954, diputado provincial en 1958, diputado nacional en 1963. Durante el gobierno de Arturo Illia fue vicepresidente de su bloque de diputados. En 1965 asumió como presidente del Comité Provincia de Buenos Aires de la Unión Cívica Radical del Pueblo. Era balbinista, pero no tardaría en romper con la vieja guardia partidaria y diseñar una alternativa que comenzó a construirse durante la dictadura de Onganía. Un proyecto político que articulaba tradiciones de los grandes partidos nacionales con legados de las socialdemocracias europeas. Era el germen del Movimiento Renovación y Cambio.
Meses antes del golpe del 24 de marzo de 1976, Alfonsín cofundó la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) junto a, entre otros, al obispo Jaime de Nevares, el rabino Marshall Meyer, Alicia Moreau de Justo, Oscar Alende, Adolfo Pérez Esquivel y Alfredo Bravo. Aunque el radicalismo nutrió a la dictadura con centenares de intendentes y embajadores, Alfonsín, sin dejar de entablar contactos y negociaciones con los jefes militares, se diferenció de su partido a la hora de caracterizar y denunciar el proceso represivo. El 13 de septiembre de 1979, a propósito de la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, emitió un comunicado que se puede juzgar como anticipatorio de la Teoría de los Dos Demonios: “La Argentina está siendo empujada hacia un colapso ético por los partidarios de la violencia de uno u otro signo. La metodología del terrorismo constituye una expresión repugnante que el Estado debe sancionar. La actividad represiva del Estado no debe atentar contra la vida, los derechos y el honor de los ciudadanos”.
Alfonsín escribía artículos con seudónimo: Carrido Lura (juego de letras con Ricardo y Raúl) y defendía perseguidos políticos.
Sus dotes oratorias y la capacidad para sintonizar con el clima social en la salida de la dictadura se expresaron con claridad durante la campaña electoral de 1983. En una Argentina que salía de la hibernación, Alfonsín contrató al publicista David Ratto. Éste, iniciando la moderna era de la videopolítica en el país, apostó a la personalización de la campaña. Piezas de la comunicación como “Ahora Alfonsín”, “RA” o “Una ventana a la vida” se hicieron emblemáticas. Fue también decisiva la denuncia de un presunto “pacto sindical-militar”, publicitada en el preciso momento en que la intención de voto a favor del radicalismo tocaba su techo.
Su discurso de cierre de campaña, el 27 de octubre, es una pieza histórica (ver reproducción completa en páginas 24/25).
Tres días después obtuvo el 51,7% de los votos, contra el 40,1% del peronismo.
Nadie había vencido hasta ese momento al peronismo en elecciones limpias.
El gobierno del líder radical debió hacer frente a dos escenarios muy difíciles, ambos consecuencia del legado dictatorial: el condicionamiento asfixiante de una deuda externa multiplicada y la necesidad de consolidación de un régimen que para legitimarse debía hacer justicia con el pasado represivo.
El 15 de diciembre de 1983 creó la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) y envió al Congreso un proyecto de ley declarando nula la ley de autoamnistía dictada por el gobierno militar. Su promesa inicial fue la de diferenciar niveles de responsabilidad y su primer fracaso fue la pretensión de que los militares se juzgaran a sí mismos. Tras recopilar información sobre 281 casos, el 9 de diciembre de 1985 la Cámara Federal dictó su célebre sentencia condenatoria contra las Juntas militares. Muchos juicios sin embargo seguían abiertos y el gobierno debió enfrentar las rebeliones de los militares carapintadas en 1987 y 88, apoyados por sus camaradas de armas. Fue ante la multitud movilizada en Plaza de Mayo y en un contexto de huelga general convocada por la CGT en defensa del gobierno constitucional, que Alfonsín, sin el menor apoyo entre los uniformados, pasó de decir “la democracia de los argentinos no se negocia” a la célebre frase “la casa está en orden. Felices Pascuas” y de allí al dictado de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida.
El otro frente de batalla, el económico, el de los condicionamientos externos tuvo como primera víctima al ministro de Economía Bernardo Grinspun, desplazado por una inflación del 625% anual y reemplazado a comienzos de 1985 por Juan Vital Sourrouille. En junio de ese año Alfonsín y Sourrouille anunciaron el lanzamiento del Plan Austral –“economía de guerra”, arengó Alfonsín desde el balcón de la Rosada– cuyo éxito inicial colaboró con el triunfo del radicalismo en las parlamentarias. El retorno de la crisis económica obligó a lanzar el Plan Primavera, que fracasó junto a los anuncios de una etapa de reformas del Estado. Una de las respuestas a ese anuncio fue lo que el diario Ámbito Financiero denominó “golpe de mercado”. El posterior proceso hiperinflacionario llevó la pobreza al récord histórico de 47,3% en octubre de 1989, a una escalada de saqueos, al adelantamiento de las elecciones y, finalmente, al adelantamiento de la entrega del mando a Carlos Menem.
Fuera de la presidencia, Alfonsín se refugió en la defensa escrita de su gestión, en el manejo de las riendas partidarias desde el Comité Nacional y en una resistencia al gobierno menemista que parecía tan tozuda como implacable, pero que acabó con un giro espectacular con la firma del Pacto de Olivos de 1993. Alfonsín, alegando graves riesgos para la República, habilitó la reforma constitucional y la reelección de su entonces enemigo. Dividido, el radicalismo tuvo elecciones desastrosas Sólo el armado de la Alianza, de la que Alfonsín fue cofundador, permitió el regreso efímero de un radical al poder.
TRES DÍAS DE DUELO NACIONAL. La muerte de Raúl Alfonsín encontró a la presidenta Cristina de Kirchner en pleno viaje de Doha a Londres, donde participará de la cumbre del G-20. “Su figura está indisolublemente vinculada a la recuperación democrática”, dijo no bien pisó tierra inglesa. Momentos antes había hablado con Ricardo, el hijo de Alfonsín, para mandarle su pésame, según contó ella misma.
La Presidenta también hizo una excepción y habló telefónicamente con el vice Julio Cobos para coordinar la firma del decreto que dictaminó un duelo de tres días.
El Gobierno estaba trabajando desde el lunes, luego de que la familia de Alfonsín había descripto como inevitable el desenlace. La secretaría general de la Presidencia, por ejemplo, ya tenía coordinado con la familia del radical que enviaría invitaciones para las exequias del ex presidente a los mandatarios extranjeros.
Alfonsín será velado desde las 8:30 de hoy en el Salón Azul del Senado y luego será enterrado en el cementerio de la Recoleta, en el panteón de los caídos de la Revolución del Parque de 1890, símbolo del nacimiento de la UCR. Allí descansará hasta que esté terminado un mausoleo en su honor que está a punto de ser construido.
Además, se decidió que se celebre un minuto de silencio en el partido de fútbol que hoy jugará la Argentina con Bolivia.
Fuente: www.criticadigital.com
Publicado por: Lic. Ma. Julieta París.
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