Mi nombre es Luciano Russo, tengo 27 años y el sábado por la noche me manifestaba junto a un grupo de vecinos frente a las puertas de la Quinta de Olivos. El ánimo de la manifestación era pedirle al gobierno que los conflictos con el campo se solucionasen por la vía del diálogo, en paz, sin violencia, sin enfrentamientos. Todo estaba bien. Había familias, jóvenes, mujeres solas. Era el pueblo que casi rogaba al gobierno un poco de sensatez. Porque eso es lo que falta en estos tiempos en la Argentina, sensatez.
No estábamos armados, solo teníamos cacerolas, algunos carteles y nuestras manos para poder aplaudir junto al canto repetido de “Argentina, Argentina”.
De pronto, esto que era un manifestación de vecinos que buscaban ser escuchados, se transformo en un infierno. La llegada de un grupo de 200 personas simpatizantes del oficialismo violento, hizo que el canto de “Argentina, Argentina”, se transformase en un “corramos que nos van a pegar”. Y me pegaron. Fui brutalmente agredido. El golpe pasa, el moretón en el ojo desaparece. Pero queda el dolor de la razón de porque me pegaron. Fui agredido por pensar distinto. Y eso es grave, muy grave. Porque podrán ejecutar políticas confiscatorias, comprar votos, senadores, jueces; pero intentar reprimir el pensamiento es caer en un autoritarismo absoluto, es romper con las bases de la democracia, es atentar contra las instituciones. Cuando el pensamiento se quiere controlar, entramos en la decadencia, cuando pretendo que todos piensen igual que yo y estoy cerrado al diálogo, se produce una ruptura irreparable, más cuando condeno con golpes al que piensa distinto. Y desde mi humilde entender, eso pasa en la Argentina, estamos partidos, profundamente divididos.
Después de este episodio, pensé mucho y me pregunte cientos de veces si hay una solución. Claro que la hay. Aceptar la realidad, la realidad misma y lo que ella me demanda. Pero para ello es necesario tener humildad. Hay que ser humilde para ver que las cosas no están bien y entonces caer en la cuenta de que no soy un super poderoso. Hay que ser humilde para poder dialogar, porque en el diálogo tengo que callar para poder escuchar al otro. Hay que ser humilde para trabajar con todos los sectores, porque si no siempre quiero imponer mis posturas a cualquier precio. Hay que ser humilde para entender que el poder que el pueblo le confiere al gobierno por el voto popular, es justamente para beneficio del pueblo, no para el propio. Hay que ser humilde y no violento.
La trompada que recibí anoche, no me quito la esperanza de construir un país mejor, al contrario, me hizo comprometerme mas como ciudadano. Soy joven y quiero un futuro prospero, se que por este camino no lo vamos a alcanzar. Desde el lugar que me toca quiero ser instrumento de comunión, de diálogo, de paz. La unidad en la diversidad es lo que hace grande a un país, lo que lo hace rico, lo que lo hace humano. Porque hoy parecemos animales.
Quiero animar a todos, y especialmente a mis pares, los más jóvenes de esta sociedad, a que trabajemos por una Argentina de comunión, de diálogo y paz. La historia se puede cambiar. Solo hace falta involucrarse.
Pd: Si usted considera que este mail puede hacer algún bien, por favor envíelo a toda su lista de contactos. Muchas gracias.-
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